“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él.” (Jn. 3).
Escucha esta voz:
Si nadie te ama, mi alegría es amarte.
Si lloras, estoy deseando consolarte.
Si eres débil, te daré mi fuerza y energía.
Si nadie te necesita, yo te busco.
Si eres inútil, yo no puedo prescindir de ti.
Si estás vacío, mi plenitud de colmará.
Si tienes miedo, te llevo sobre mis espaldas.
Si quieres caminar, iré contigo.
Si te pierdes, no duermo hasta encontrarte.
Si estás cansado, soy tu descanso.
Si pecas, soy tu perdón.
Si quieres ver mi rostro, mira una flor, una fuente, un niño.
Si estás a oscuras, soy lampara para tus pasos.
Si quieres conversar, yo te escucho siempre.
Si no tienes a nadie, me tienes a mi.
Jesús